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Personajes
"Los Sitios" en la
literatura

Zaragoza 1808-1809, segundo centenario de los "sitios"


11. Los franceses avanzan paso a paso

Por ser el corazón de la vida de la ciudad desde siglos atrás, la Basílica del Pilar fue además uno de los escenarios más importantes durante los Sitios. Allí acudían los ciudadanos a rezar, allí fueron a dar gracias a Dios tras la conclusión del primer sitio. Fue, durante el segundo, con la Santa Capilla iluminada día y noche, hospital de enfermos y heridos.

Zaragoza se convirtió muy pronto en una ciudad enferma. El frío, la falta de alimentos frescos y la aglomeración humana empezaron a pasar factura. Mientras, los franceses iniciaron el asalto a los conventos y monasterios que marcaban la línea defensiva de la ciudad. Plantearon el ataque por dos sitios, el convento de San José, por un lado, y el reducto del Pilar Escenificación en el reducto del Pilar (Glorieta de Sasera) y Santa Engracia, por otro. Arreciaba el castigo de la artillería y el enemigo construía trincheras para preparar la toma de los puntos vulnerables. Pero su esfuerzo se encontraba con trabas: no podían disponer de todas las fuerzas que hubieran deseado porque continuamente tenían que enviar caballería a perseguir las partidas rurales que, utilizando la táctica de guerrillas, hostigaban sin cesar a las tropas francesas.

En la noche del 29 al 30 de Diciembre se produjo el ataque a Santa Engracia, los alrededores de la Aljafería y el convento de San José, que fue inmediatamente seguido, el último día del año, de un contraataque español, que aprovechó una riada que dañó los puentes franceses. Tan bien lucharon, que Palafox, les concedió como galardón una cinta roja sobre el uniforme. Una de aquellas unidades -los dragones del regimiento Numancia- forma parte, en 2008, de la guarnición de Zaragoza. Pero la heroicidad de los españoles en las escaramuzas aisladas no servía para cambiar la realidad: en la ciudad escaseaban los víveres, día a día los franceses estrechaban y endurecían el cerco y no parecía que desde el exterior pudiera llegar ninguna ayuda milagrosa.

La caída del monasterio de San José

El día 10 se recrudeció el bombardeo, principalmente desde las dos potentes baterías del monte de Torrero. Según cuenta Casamayor, "...tirando una infinidad de bombas y granadas, que causaron muchas ruinas en los edificios y bastantes desgracias personales, a que se les contestó por nuestras baterías con tanto acierto, que habiendo intentado venir a tomar el punto de San José, fueron rechazados con una pérdida muy considerable, sucediendo lo mismo en el reducto del Pilar. Se dio orden permaneciese formado el Ayuntamiento, y que hubiese agua en las puertas de las casas, para acudir prontamente a los incendios. Varias comunidades religiosas, temerosas de tanta bomba y de la proximidad del enemigo, salieron de sus conventos y se fueron a la iglesia del Pilar. El bombardeo duró todo el día y noche, y a las 12 empezó un ataque con la mayor furia hacia el fuerte de San José a tiro de fusil, el que sostuvieron más de 2 horas, en el que perdieron mucha gente, y por nuestra parte entre los heridos y muertos la del benemérito coronel del 1º de Voluntarios de Aragón, Pedro Gasca, que murió a las dos horas, habiéndose hecho un fuego de los más furiosos por ambas partes".

El relato del cronista zaragozano, dejando al margen la benevolencia del trato hacia los defensores, pone de manifiesto que los franceses sabían muy bien, porque se lo había indicado el propio Napoleón, lo que hacían. De manera obsesiva, estaban castigando los puntos débiles.



El día 11, el fuego de cañones, obuses y morteros fue atroz y en la batalla perdió la vida otro personaje clave, Antonio Sangenis, comandante de Ingenieros. Ese día, mientras en la Santa Capilla se celebraba una misa tras otra, cayó el monasterio de San José, un punto muy estratégico. Un batallón francés de elite de 600 hombres, que bajó a la ciudad desde Torrero, luchó sin tregua hasta conseguirlo. El teniente coronel de Caballería Mariano Renovales había resistido allí durante 11 días hasta que, rodeado de muertos, heridos y ruinas, ordenó la retirada, salvando la mayor parte de sus cañones.

Dueños ya de ese enclave, los franceses reorientaron sus cañones y baterías al centro de la ciudad. Cuatro días más tarde cayó el reducto del Pilar, y las tropas napoleónicas se hicieron con toda la margen derecha del Huerva. Ello ya les daba vía libre para avanzar hasta Santa Engracia y la Puerta Quemada.

El día 16 la ciudad amaneció con cierta excitación. Pese a que el frío era extremo y los sitiados sufrían enormemente por el hambre, las enfermedades, las heridas y los bombardeos, se extendió el rumor de que iban a llegar tropas de auxilio desde el exterior.

La guarnición incluso había encendido fuegos en distintos puntos, como si se comunicase de alguna manera con las tropas del exterior. Y, en ese contexto, Palafox mandó imprimir una gaceta en la que se aseguraba que las tropas francesas habían sido batidas en Cataluña, que dos divisiones caminaban ya en auxilio de Zaragoza, que todos los caminos estaban cubiertos de tropas que se dirigían al socorro de los sitiados, y que más de 20.000 hombres del ejército francés habían caído en el campo de batalla.

Sí que era cierto que los sitiadores atravesaban por dificultades, que carecían también de alimentos, que las guerrillas de Épila y Tarazona les causaban daños y les hostigaban todo lo que podían y que la mayor parte del valle del río Aragón estaba levantada en armas. Pero la situación distaba mucho de ser favorable a los intereses españoles. El panorama, incluso, era ilusorio. Por la tarde toda la ciudad se iluminó; las campanas sonaban sin cesar; la artillería y la infantería lanzaban salvas; en el aire resonaban los gritos de alegría y el ruido de toda especie de instrumentos llegaba hasta los campamentos franceses. Desde las cinco de la tarde hasta las nueve de la noche la ciudad parecía una fiesta. Los franceses, que asistieron atónitos a este insólito espectáculo, mandaron recrudecer el bombardeo sobre los principales edificios de la ciudad. Y la fiesta, si es que la hubo, se acabó.

Imágenes: Fundacion2008.com
Fuente: Heraldo de Aragón
Que al mismo tiempo está inspirada principalmente en dos libros:
- El diario de un funcionario judicial, Faustino Casamayor
- "Zaragoza 1808 y 1809. Los sitios vistos por un francés", de Jacques Belmas, jefe de un batallón de ingenieros.


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