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Zaragoza 1808-1809, segundo centenario de los "sitios"
5. Pólvora sangre y heroísmo
Puerta de Sancho
La Puerta del rey don Sancho, popularmente conocida como Puerta de Sancho, era sencilla, humilde, de un solo arco. Por ella salían los labradores a trabajar en la huerta de la Almozara, cercana al río. En el primer sitio fue escenario de cruentos combates. Allí, en lo que hoy es la Plaza de Europa, dio muestras de singular heroísmo, entre otros, Mariano Renovales.
Los franceses habían acumulado hombres en las inmediaciones de la ciudad y, a finales de Junio,
las tropas al mando del general Verdier se cifraban en 14.000 soldados, 1.000 jinetes y 20 piezas de artillería
pesada. Napoleón no quería que el ejemplo de Zaragoza cundiera y ordenó a sus generales la toma de
la ciudad. Quizá aprovechando los daños causados por la devastadora explosión de un polvorín
improvisado en Zaragoza, los franceses lanzaron al mediodía del 1 de Julio un ataque feroz, preludiado, como
mandaban los cánones napoleónicos, por un formidable castigo artillero: en poco mas de 24 horas, los
vigías contabilizaron más de 1.400 granadas sobre la ciudad. Al día siguiente llegó el ataque
convencional. Los franceses intentaron entrar en Zaragoza por la Puerta de Sancho, Agustinos y Portillo.
Justo ese día regresó Palafox con refuerzos a Zaragoza y, desde su cuartel general en el convento de San Francisco (hoy Diputación de Zaragoza), dirigió la defensa. Un comerciante francés de Tudela, que llegó a la ciudad junto a otros 26 prisioneros, fue condenado y ahorcado por haber colaborado en la entrega de su ciudad al enemigo. Cuando acabó el día, el bando francés había sufrido más de 200 muertos y 300 heridos, y sin haber avanzado lo más mínimo en la conquista de la ciudad. Acostumbrados a pasearse victoriosos por toda Europa, la resistencia de los zaragozanos les estaba poniendo en jaque.
Preparando el asalto final a la ciudad
Palafox emitió otra de sus famosas proclamas: "Zaragozanos, el día 1° de Julio os hará inmortales en los fastos de vuestra historia, y de todas las naciones admirarán con envidia vuestro heroísmo (...). Vosotros habéis sabido despreciar gravísimos riesgos con invencible constancia, y vuestro patriotismo ha llegado en esta ocasión a tan alto punto de valor que, lejos de intimidaros la crueldad inaudita de vuestro enemigo, no se ha oído de vuestras bocas ni de las de vuestras mujeres, ni habéis permitido el triste consuelo, o el alivio de pronunciar un ay!.
Tras la derrota, el ejército francés asumió que la toma de la ciudad sería más costosa en vidas, esfuerzos y munición, y que la única posibilidad de lograrlo era mediante un sitio largo y muy preparado. Buena parte del mes de Julio, escaramuzas aparte, la pasaron los sitiadores preparando el asalto final, siguiendo las instrucciones tácticas marcadas por el propio Napoleón. Y los sitiados, intentando mejorar las condiciones defensivas, talando olivares, fortificando edificios y fabricando pólvora.
A finales de mes, cuando parecía inminente el asalto definitivo de la ciudad, una ola de júbilo recorrió todas las calles: por primera vez en la historia, un ejército napoleónico se rendía en combate. Ocurría en Bailén, en España. Pero lamentablemente, sucedía muy lejos de la Zaragoza que empezaba a sufrir, y de que manera, el aislamiento exterior. Las tropas enemigas, viendo la resistencia que ofrecía el pueblo español, se esforzaron en aislar la ciudad y en cortar los suministros que les eran vitales.
Imágenes: Fundacion2008.com
Fuente: Heraldo de Aragón
Que al mismo tiempo está inspirada principalmente en dos libros:
- El diario de un funcionario judicial, Faustino Casamayor
- "Zaragoza 1808 y 1809. Los sitios vistos por un francés", de Jacques
Belmas, jefe de un batallón de ingenieros.