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Jacinto Benavente

Jacinto Benavente y Martínez fue un dramaturgo, director, guionista, productor de cine y autor teatral. Nació en 1866, en Madrid. Su padre era un prestigioso médico pediatra, Mariano Benavente, por lo que se crió en un ambiente familiar culto que le permitió acceder tempranamente, por su educación a los autores franceses.
Inició los estudios de derecho en la Universidad Central de Madrid, pero, a la muerte de su padre en 1885, los abandonó para dedicarse a la literatura. Durante algún tiempo fue empresario de circo.

Sus viajes por Europa le permitieron captar la renovación teatral en el resto del Continente, y fueron la base para que pudiera realizar su mayor mérito que fue el de haber renovado el retórico teatro del siglo XIX español. En 1907, estrenó su obra más famosa: Los intereses creados. Tras su estreno en Madrid, la obra se representó en toda España y en los principales teatros de Hispanoamérica.
La comedia benaventina típica, costumbrista, moderna, incisiva, supone una reacción contra el talante melodramático desorbitado de la obra de Echegaray, y se decantará por un teatro burgués moderno en el que prime la naturalidad y la verosimilitud, y una fina ironía que permita la crítica sin lecciones morales.

El año 1916, la Real Academia Española, que ya lo había acogido en su docto seno, lo nombra Académico de honor. Ocupó un escaño en el Congreso de los diputados en 1918. Y en 1922, la Academia sueca le otorgó el Premio Nobel de Literatura, por lo que en 1924 recibió el título de hijo predilecto de Madrid concedido por su Ayuntamiento, y la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio.

En 1947 asumió, a título honorario, la presidencia de la Confederación Internacional de Sociedades de Autores y Compositores y la Medalla de Mérito en el Trabajo en 1950. Murió en 1954.

Fuente: escritores.org

Frases de Jacinto Benavente (110)

La alegría de hacer bien está en sembrar, no en recoger.
El amor es como Don Quijote: cuando recobra el juicio es para morir.
A perdonar sólo se aprende en la vida cuando a nuestra vez hemos necesitado que nos perdonen mucho.

Lo peor que hacen los malos es obligarnos a dudar de los buenos.
No hay ninguna lectura peligrosa. El mal no entra nunca por la inteligencia cuando el corazón está sano.
Al amor lo pintan ciego y con alas. Ciego para no ver los obstáculos y con alas para salvarlos.
Una idea obsesiva siempre parece una gran idea, no por ser grande, sino porque llena todo el cerebro.
En cada niño nace la humanidad.
El verdadero amor no se conoce por lo que exige, sino por lo que ofrece.
La ironía es una tristeza que no puede llorar y sonríe.
La vanidad hace siempre traición a nuestra prudencia y aún a nuestro interés.
El único egoísmo aceptable es el de procurar que todos estén bien para estar uno mejor.
El dinero pasa al correr por muchos lodazales.
La vida es como un viaje por mar: hay días de calma y días de borrasca. Lo importante es ser un buen capitán de nuestro barco.

Se vive sin pensar, porque sólo se piensa en vivir. Cada uno quiere vivir lo mejor posible, que es el modo de vivir todos muy malamente.
El amigo que sabe llegar al fondo de nuestro corazón, ése, como tú, ni aconseja ni recrimina; ama y calla.

Algo mejor andaba el mundo y andaban los hombres cuando la amistad tenía más importancia que el amor.
Tonterías son los disparates que no producen dinero.
Los dictadores pueden reformar las leyes; pero no las costumbres.
La naturaleza es generosa, y a la vejez nos quita el sueño para regalarnos un poco más de vida.
Si murmurar la verdad aún puede ser la justicia de los débiles, la calumnia no puede ser otra cosa que la venganza de los cobardes.
En la vida, lo más triste, no es ser del todo desgraciado, es que nos falte muy poco para ser felices y no podamos conseguirlo.
No hay sentimiento que valga; el amor es una ocupación como otra cualquiera.
Yo podría ser el último paria de mi reino, un leproso abandonado por todos, sin recuerdo y sin esperanza de goce alguno, y aún quisiera vivir.
El dinero no puede hacer que seamos felices, pero es lo único que nos compensa de no serlo.

El honor no se gana en un día para que en un día pueda perderse. Quien en una hora puede dejar de ser honrado, es que no lo fue nunca.
Dicen que me burlo de todo, me río de todo, porque me burlo de ellos y me río de ellos, y ellos creen ser todo.
El verdadero cariño no es el que perdona nuestros defectos, sino el que no los conoce.
El mal pago añade mérito a las buenas obras.
La estimación depende de creer o no creer en quien se estima; el amor, ésta es su tragedia, aunque no crea, ama.
Materializar lo espiritual hasta hacerlo palpable; espiritualizar lo material hasta hacerlo invisible: ése es todo el secreto del arte.
Hay secretos que se guardan por delicadeza más que por engañar.
¡Bienaventurados nuestros imitadores, porque de ellos serán todos nuestros defectos!

Es tan fea la envidia que siempre anda por el mundo disfrazada, y nunca más odiosa que cuando pretende disfrazarse de justicia.
No hay nada que desespere tanto como ver mal interpretados nuestros sentimientos.
Ser feliz es cuestión de práctica.

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Aprende Más

El amor es lo más parecido a una guerra, y es la única guerra en que es indiferente vencer o ser vencido, porque siempre se gana.
La felicidad es mejor imaginarla que tenerla.
No es humano el deber que por soñar con una humanidad perfecta es inexorable con los hombres.
Mucha buena gente que sería incapaz de robarnos el dinero, nos roba sin escrúpulo alguno el tiempo que necesitamos para ganarlo.
El diablo se ríe de esos prudentes que niegan la limosna pensando que puede ser para vino.
El más noble orgullo para una mujer, por mucho que la hayas ofendido, es poder perdonar siempre, sin tener que arrepentirse.
Nunca he comprendido que los hombres ni los pueblos quieran volver a vivir una sola hora de su vida pasada. Bien pasado está todo lo pasado.
Lo mejor es darle a los demás un papel agradable en la vida, para que lo representen bien.
De lo que se dice en sociedad, lo que importa es que tenga gracia; lo de menos es que sea verdad.
Si la gente nos oyera los pensamientos, pocos escaparíamos de estar encerrados por locos.
La disciplina consiste en que un imbécil se haga obedecer por los que son más inteligentes.

Piense usted que siempre es más noble engañarse alguna vez que desconfiar siempre.
Para comprender el dolor no hay inteligencia como el dolor mismo.

Creedlo, para hacernos amar no debemos preguntar nunca a quien nos ama: ¿Eres feliz?, sino decirle siempre: ¡Qué feliz soy!
En la pelea, se conoce al soldado; sólo en la victoria, se conoce al caballero.
Algunos escritores aumentan el número de lectores; otros sólo aumentan el número de libros.
Los amores son como los niños recién nacidos; hasta que no lloran no se sabe si viven.