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Francesco Petrarca

Francesco Petrarca fue un escritor y filósofo italiano, precursor del Humanismo y del Renacimiento, y uno de los más importantes escritores de su país, capaz de influir a escritores posteriores de todo el mundo.
    Petrarca nació el 20 de julio de 1304 en Arezzo, Italia, y sus padres fueron Eletta Cangiani y Pietro (Petracco) di Ser Parenzo.

Durante su infancia Francesco vivió en las afueras de Florencia, ya que su padre sufrió una persecución por motivos políticos que le llevó a ser desterrado de la ciudad.
    Cuando Francesco Petrarca tenía ocho años, su familia se instaló en Aviñón, y allí fue donde pasó toda su juventud. Después estudió derecho en la Universidad de Bolonia, donde se enamoró de la literatura clásica y de personajes como Cicerón.

En 1326 falleció su padre, por lo que Petrarca volvió a Aviñón, donde tomaría los votos eclesiásticos. Al año siguiente Petrarca conoció a Laura, una mujer de la que se enamoraría perdidamente y a quien inmortalizaría en sus obras.

    Petrarca pasó toda su vida metido en tareas de la iglesia y sirviendo a la poderosa familia Colonna, a quienes había conocido en su época de estudiante. También viajó por gran parte de Europa escribiendo importantes obras y buscando libros viejos de autores que habían sido olvidados.
    Francesco Petrarca falleció el 19 de julio de 1374 en Arquà Petrarca, Italia.

Fuente: bosquedefantasias.com

Frases y citas de Francesco Petrarca (61)

• Quien puede decir cuanto ama, pequeño amor siente.

• Seguid a los menos, y no al vulgo.

• Seré como fui, viviré como he vivido.

• Si queda entre la tercia luz y Marte, la luz del sol será descolorida: por verla será de almas circuída su belleza que excede a todo arte.

• El anciano ama lo práctico, mientras que la juventud impetuosa solo anhela lo deslumbrante.

• Los libros pueden calentar el corazón con palabras amables y consejos, entablando una relación cercana con nosotros que es articulada y viva.

• Habría preferido haber nacido en otro momento que no fuera este.

• ¡Benditos sean los ojos que la vieron mientras vivía!

• La razón habla y el sentimiento muerde.

• Los libros enseñan a vivir y a morir.

• Nuestra naturaleza, vencida por la costumbre, ha perdido su camino.

• Que viviré algo más es lo que creo, gracias a ese mirar tan luminoso; y moriré, si no atiendo al deseo.

• Me he enorgullecido de los demás, nunca de mí mismo.

• Mientras que la vida está en tu cuerpo, tienes la rienda de todos los pensamientos en tus manos.

• La sospecha es el cáncer de la amistad.

• Dulce es la muerte que termina con el amor.

• Una muerte bella honra toda la vida.

• Quien se deleita en defraudar al prójimo, no se ha de lamentar si otro le engaña.

• En el mundo cada cual, desde el día en que nació, tiene asignada su suerte.

• Supieron despertar a mi alma grave. Vos manejáis con una y otra llave mi corazón, y de ello estoy contento, dispuesto a navegar a todo viento, que es cuanto hacéis por dulce honor tenido.

• Cuanto más grande sea yo, mayores serán mis esfuerzos.

• Los grandes errores rara vez se originan con hombres de grandes mentes.

• La muerte es un sueño que termina nuestro sueño. Oh! que se nos permita despertarnos antes de que la muerte nos despierte.

• Camina hacia delante con el resplandor del pasado.

• Cinco grandes enemigos de la humanidad están dentro de nosotros mismos: la avaricia, la ambición, la envidia, la ira y el orgullo. Si nos despojamos de ellos, gozaremos de la más completa paz.

• Igual que el navegante a quien el fuerte viento desalienta mira a dos luces del nocturno cielo, lo mismo, en mi tormenta de Amor, miro en dos luces al brillante signo en el que hallo mi único consuelo.

• El sufrimiento es alivio del dolor.

• Es más honorable obtener el trono que haber nacido en él. La fortuna otorga uno, el mérito el otro.

• Todo placer en el mundo es un sueño pasajero.

• A menudo me he preguntado con mucha curiosidad sobre nuestra venida a este mundo y lo que seguirá a nuestra partida.

• La muerte tenía su rencor contra mí, y se levantó en el camino, como un ladrón armado, con un pico en la mano.

• Ella cerró los ojos, y en el dulce sueño, yacía su espíritu de puntillas desde su lugar de alojamiento. Es una locura encogerse de miedo, si está muriendo, porque la muerte se veía hermosa en su cara.

• Dura es la ley de amor, pero por dura que sea, hay que obedecerla, pues la tierra y el cielo por ella están unidos desde el fondo de las edades.

• El que de otros habla mal, a sí mismo se condena.

• Fue el día en que del sol palidecieron los rayos, de su autor compadecido, cuando, hallándome yo desprevenido, vuestros ojos, señora, me prendieron.

• Me regocijé por mi progreso, lamenté mis debilidades y alabé la inestabilidad universal de la conducta humana.

• La virtud es salud, el vicio es enfermedad.

• He actuado en contra de mis sentimientos e inclinaciones a lo largo de toda nuestra vida, todos hacemos lo que nunca pretendimos, y lo que nos propusimos hacer, lo dejamos sin hacer.

• ¿Crees que hay un hombre vivo tan irrazonable que si se encontrara con una enfermedad peligrosa que no desearía ansiosamente recuperar la bendición de la salud?

• ¿Cómo lo sabes, pobre tonto? Quizás allí, en algún lugar, alguien esté suspirando por tu ausencia; y con este pensamiento, mi alma comienza a respirar.

• Los muchos libros a unos hicieron sabios y a otros locos.

• Mil placeres no valen un tormento de amor.

• Cuando, entre las demás, de mi señora viene, a veces, Amor en el semblante, cuanto en belleza va ella por delante, tanto crece el afán que me enamora.

• Quien nada sospecha es fácilmente engañado.

• Los eventos parecen tristes, agradables o dolorosos, no porque lo sean en realidad, sino porque creemos que lo son y porque la luz con que los vemos depende de nuestro propio juicio.

• Despiadado esfuerzo, vence todo.

• Mantente en tus propios caminos y déjame el mío.

• La muerte parecía bella en su bello rostro.

• Todo el mal que puede desplegarse en el mundo se esconde en un nido de traidores.

• No soy tan fuerte que la luz resista de esta mujer, y no en los tenebrosos lugares me protejo, ni en la tarde: mas, con ojos enfermos y llorosos, mirarla es mi destino y mi conquista; y sé muy bien que voy tras lo que me arde.

• La igualdad es la madre del disgusto, la variedad cura.

• Un atajo a la riqueza es restar de nuestros deseos.

• Porque la muerte entre tiempos es consuelo, no consternación, y quien con razón puede morir no necesita demora.

• La esperanza es algo increíble para el esclavo de la pena.

• No ha lugar la razón contra la fuerza de la pasión.

• Todo lo mortal el tiempo corta.

• Me suele avergonzar que no esté siendo por mí vuestra belleza puesta en rima, pues que a ninguna más tuve en estima desde que os vi por vez primera entiendo.

• El hombre no tiene mayor enemigo que él.

• Porque aunque soy un cuerpo de esta tierra, mi firme deseo nace de las estrellas.

• El lugar donde te encuentras no es importante, sino solo lo que estás haciendo allí. No es el lugar que te ennoblece, sino tú que ennobleces el lugar, pero solo haciendo lo que es grande y noble.

• El deleite del mundo es un breve sueño.