Frases célebres

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Más frases de Samuel Beckett (109)

• No hablemos entonces mal de nuestra generación, no es más infeliz que sus predecesoras.

• Me encanta el orden. Es mi sueño. Un mundo donde todo estaría en silencio y en silencio, y cada cosa en su último lugar, bajo el último polvo.

• La vieja cadena interminable de amor, tolerancia, indiferencia, aversión y disgusto.

• Baila primero. Piense más tarde. Es el orden natural.

• Respirar es un hábito. La vida es un hábito o, mejor dicho, una sucesión de hábitos, ya que un individuo es una sucesión de individuos.

• Cada palabra es como una innecesaria mancha en el silencio y en la nada.

• Pero un último esfuerzo, uno más, tal vez sea el último, hay que proceder cada vez como si fuera la última, es el único medio de no retroceder.

• Nuestro tiempo es tan excitante que a las personas sólo puede chocarnos el aburrimiento.

• Espera... Nos hemos abrazado... Estábamos contentos... Contentos... ¿Qué hacemos ahora que estamos contentos?

• En el fondo, si no me sintiera morir, me podría creer ya muerto.

• El hábito es el lastre que encadena al perro a su vómito.

• Me sentía incómodo, aplastado por todo aquel aire, y perdido en el umbral de perspectivas innombrables y confusas. Pero aún sabía actuar, en aquella época, cuando era absolutamente necesario.

• Nada es más divertido que la infelicidad, lo admito. Sí, sí, es la cosa más cómica en el mundo.

• Tengo mis defectos, pero cambiando mi melodía no existe ni uno de ellos.

• Incapaz de más incapaz de menos incapaz de peor cada vez más casi vacío.

• No hay falta de vacío.

• Toda la vida, las mismas preguntas, las mismas respuestas.

• Dios es amor. ¿Sí o no? No.

• Cualquier tonto puede hacer la vista gorda, pero quién sabe lo que ve el avestruz en la arena.

• Siempre encontramos alguna cosa que nos produce la sensación de existir.

• Incomprensible espíritu, a veces faro, a veces mar.

• Deplorable manía, cuando ocurre algo, querer saber qué es.

• Estoy tranquilo. Todo duerme. Sin embargo, me levanto y voy a mi despacho. No tengo sueño. Mi lámpara me ilumina nítida y suavemente. La tengo regulada. Durará hasta que se haga de día.

• Sí, sí, se han portado con corrección. De modo que me pregunto... ¿Qué podría hacer yo por unas personas tan buenas que se aburren?

• Esperamos. Nos aburrimos. No, no protestes, nos aburrimos como ostras, es indudable. Bueno. Se nos presenta un motivo de diversión, ¿Y qué hacemos? Dejamos que se pudra. Vamos, manos a la obra.

• El sol brilló, al no tener otra alternativa, sobre lo nada nuevo.

• Restaurar el silencio es función de los objetos.

• El nacimiento fue la muerte de él.

• Nada sucede, nadie llega, nadie se va, es terrible.

• Dios es un testigo que no puede ser maldecido.

• ¿Estaba durmiendo mientras los demás sufrían? ¿Estoy durmiendo ahora? Mañana, cuando me despierte o piense que lo hago, ¿qué diré del día de hoy? ¿Que con Estragon, amigo mío, en este lugar, hasta el anochecer, esperé a Godot?

• Antiguo final perdido en el pasado, juega y pierde y ya no perdiste.

• ¿Nos referimos al amor cuando decimos amor?

• Mejor esperanza diferida que ninguna.

• He aquí al hombre íntegro arremetiendo contra su calzado cuando el culpable es el pie.

• A decir verdad Dios no parece necesitar razones para hacer lo que hace y para omitir lo que omite, al igual que sus criaturas.

• No existe pasión más poderosa que la pasión de la pereza.

• Máscara de viejo cuero sucio y peludo, no quería ya decir por favor y gracias y perdón.

• Las lágrimas del mundo son inmutables. Por cada uno que empieza a llorar, en otra parte hay otro que cesa de hacerlo.

• Me interrumpo para señalar que me siento extraordinariamente bien. Quizá sea el delirio.

• Los ojos consumidos por las injusticias se entretienen abyectos en todo aquello por cuanto han rogado durante mucho tiempo, en el último, el verdadero ruego al fin, el que nada pide.

• Las palabras son la ropa que usan los pensamientos.

• Todos nacemos locos. Algunos seguimos así.

• Probablemente nada en el mundo despierta más falsas expectativas que las primeras cuatro horas de una dieta.

• Algunas veces sucede y algunas veces sucederá otra vez que olvide quién soy y que me ufane frente a mis ojos, como un extraño.

• Soy así. O lo olvido de inmediato o nunca lo olvido.

• Basta, ya es hora de que acabe en el refugio también. Y sin embargo dudo, dudo en... terminar. Sí, ahí está, es hora de que termine y, sin embargo, dudo en... terminar.

• El amor correspondido es un cortocircuito.

• Toda la humanidad somos nosotros, nos guste o no.

• Eso que llaman el amor es el exilio, con una postal del país de vez en cuando.

• Yo, que no sé nada, sé que mis ojos están abiertos, porque las lágrimas no dejan de caer.

• Sí, por fin seré natural, sufriré todavía, después menos, sin sacar conclusiones, me escucharé menos, no seré frío ni caliente, seré tibio, moriré tibio, sin entusiasmo.

• Y si alguna vez me callo es que ya no habrá nada que decir, aunque no se haya dicho todo, aunque no se haya dicho nada.

• ¿Qué es lo que sé sobre el destino del hombre? Podría decirte más cosas sobre rábanos.

• Dentro de unos instantes todo habrá terminado, volveremos a estar solos, en medio de tanta soledad.

• Me interrumpo para señalar que me siento extraordinariamente bien. Quizá sea el delirio.

• Las palabras y las imágenes corren desenfrenadas en mi cabeza, persiguiéndome, volando, chocando, fusionándose, sin fin.