Frases célebres |
Filosofar es esto: examinar y afinar los criterios.
Puedes ser invencible si nunca emprendes combate de cuyo regreso no estés seguro y sólo cuando sepas que está en tu mano la victoria.
Nuestro bien y nuestro mal no existen más que en nuestra voluntad.
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El que tiene suerte, encuentra en el yerno un hijo; el que no la tiene, pierde una hija.
Cuando estés de noche en tu habitación, aun cuando tengas las puertas y las ventanas cerradas y apagada la luz, no digas que estás solo: nunca se está solo.
No vivas según tus propias reglas, sino en armonía con la naturaleza.
Es mejor morir de hambre habiendo vivido sin dolor y miedo, que vivir con un espíritu atribulado, en medio de la abundancia.
Cuanto mayor es la dificultad, más gloria se obtiene al superarla. Los pilotos hábiles obtienen su reputación en las tormentas y las tempestades.
¡Dame por todos los medios la vida más corta y más noble, en lugar de una que sea más larga pero de menor valor!
La riqueza no consiste en tener grandes posesiones, sino en tener pocos deseos.
Un barco no debería navegar con una sola ancla, ni la vida con una sola esperanza.
Sólo el hombre culto es libre.
Los placeres raros son los que más nos deleitan.
En cuanto a todas las cosas que existen en el mundo, unas dependen de nosotros, otras no.
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Trázate tal norma de vida que puedas seguirla lo mismo cuando estás solo que en compañía.
Los cuervos arrancan los ojos a los muertos cuando ya no les hacen falta; pero los aduladores destruyen las almas de los vivos cegándoles los ojos.
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El comienzo de la filosofía es la conciencia de la propia debilidad e impotencia humana frente a los problemas de esencial importancia en la vida.
El alma es como una ciudad sitiada: detrás de sus muros resistentes vigilan los defensores. Si los cimientos son fuertes, la fortaleza no tendrá que capitular.
La libertad es la única meta digna en la vida. Se gana ignorando cosas que están más allá de nuestro control.
Una ciudad no está adornada por cosas externas, sino por la virtud de aquellos que habitan en ella.
En las desgracias propias hay que acordarse del estado de conformidad con que miramos las ajenas.
Es nuestra actitud hacia los eventos, no los eventos en sí mismos, lo que podemos controlar. Nada es, por su propia naturaleza, calamitoso; incluso la muerte es terrible solo si la tememos.
No pidas que las cosas lleguen como tú las deseas, sino deséalas tal como lleguen, y prosperarás siempre.
El error del anciano es que pretende enjuiciar el hoy con el criterio del ayer.
La envidia es el adversario de los más afortunados.
Cuando hayas de sentenciar procura olvidar a los litigantes y acordarte sólo de la causa.
En la prosperidad es muy fácil encontrar amigos, en la adversidad no hay nada más difícil.
No son las cosas las que atormentan a los hombres, sino la opinión que se tiene de ellas.
Acusar a los demás de nuestras propias desgracias es consecuencia de nuestra ignorancia; acusarse a sí mismo es comenzar a entenderse; no acusar ni a otros ni a sí, ésa es la verdadera sabiduría.
Querer agradar a los demás es una trampa peligrosa.
Para alcanzar la libertad sólo hay un camino: el desprecio de las cosas que no dependen de nosotros.
Cualquier persona capaz de molestarte se convierte en tu maestro; alguien puede molestarte solo cuando te permites ser molestado por él.
Me río de los que piensan que pueden dañarme. No saben quién soy, no saben lo que pienso, ni siquiera pueden tocar las cosas que son realmente mías y con las que vivo.
Las apariencias en la mente son de cuatro tipos. Las cosas son lo que parecen ser; o no lo son, ni lo parecen ser; o lo son, y no parecen ser; o no lo son, y sin embargo parecen serlo. Con razón apuntar en todos estos casos es la tarea del sabio.
Controla tus pasiones para que no te venzan.
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¿No sabes que un buen hombre no hace nada por las apariencias, sino por hacer lo correcto?
La felicidad no consiste en adquirir y gozar, sino en no desear nada, pues consiste en ser libre.
No hay que tener miedo de la pobreza ni del destierro, ni de la cárcel, ni de la muerte. De lo que hay que tener miedo es del propio miedo.
Así como hay un arte de bien hablar, existe un arte de bien escuchar.
Elige la mejor manera de vivir; la costumbre te la hará agradable.
Complace a todos y no complacerás a nadie.
Los hombres se fijan a sí mismos su precio, alto o bajo, según les parece, y cada uno vale el precio en que se estima. Valórate como hombre libre o esclavo, que esto no depende más que de ti.
La desgracia de los hombres proviene siempre de que colocan mal su precaución y su confianza.
Recuerda que no eres aquí sino el actor de un drama, el cual será breve o largo según la voluntad del poeta.
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El que se ríe de sí mismo nunca se queda sin cosas de las que reírse.
Quien quiera escuchar a los filósofos necesita una práctica considerable para escuchar.
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Podrías amarrarme la pierna, pero ni el propio Zeus no puede obtener lo mejor de mi libre albedrío.
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