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Frases célebres
(Emilia Pardo Bazán)

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Emilia Pardo Bazán

Emilia Pardo Bazán

Emilia Pardo-Bazán y de la Rúa-Figueroa nació el 16 de septiembre de 1851 en A Coruña y fue una de las grandes escritoras e intelectuales europeas de finales del siglo XIX y principios del siglo XX.


En 1868 con 16 años se casó con José Quiroga en Galicia, pero el matrimonio desplaza su residencia a Madrid, aunque pronto se trasladará con su familia a Francia.
   Se la describe a menudo como una mujer que amaba la literatura, los viajes y los idiomas. Su popularidad como escritora comenzó con la publicación de Estudio crítico de Feijoo (1876).


Escribiendo novela llega a la que es considerada su obra maestra, Los pazos de Ulloa (1886), en la que retrata la decadencia del mundo rural gallego.
    Pero Emilia Pardo Bazán fue reconocida también por su lucha incansable por la emancipación de la mujer, introdujo en España el debate francés y británico sobre feminismo.

    La autora falleció en Madrid el 12 de mayo de 1921 por complicaciones de diabetes.

Fuente: www.cervantes.es

Frases y citas de Emilia Pardo Bazán (61)

  • La educación de la mujer no puede llamarse tal educación, sino doma, pues se propone por fin la obediencia, la pasividad y la sumisión.

  • No hay palanca más poderosa que una creencia para mover las multitudes humanas; no en vano se dice que la religión liga y aprieta a los hombres.

  • Grandes dolores de corazón y propósitos de la enmienda suelen quedarse entre las mantas.

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  • Tiene cada época sus luchas literarias, que a veces son batallas en toda la línea.

  • La aldea, cuando se cría uno en ella y no sale de allí jamás, envilece, empobrece y embrutece.

  • ¿No me dabas el alma hasta las últimas raíces?

  • Lo merezco todo. Y, sin embargo, te quiero, te quiero, te quiero.

  • ¡La calle! ¡Espectáculo siempre variado y nuevo, siempre concurrido, siempre abierto y franco!

  • Los sentimientos no los elegimos se nos vienen, se crían como la maleza que nadie planta y que inunda la tierra. Y los sentimientos delátense a veces en puerilidades sin valor aparente, en realidad elocuentísimas, reveladoras de la verdad psicológica, como ciertos síntomas leves denuncian enfermedades mortales.

  • Por la boca solemos morir como los simples peces, y no es muerte propia de hombre avisado, sino de animal bruto, frío y torpe.

  • No me gusta vivir esclava de los moños, me arreglo lo posible, todo lo que cabe, sin derrochar un tiempo que debo dedicar a cosas mejores.

  • La pasión política sacaba partido hasta de la estatura, del color del pelo, de la edad.

  • Se familiarizaba Durvati con la sangre y el dolor, inseparable de la gloria.

  • En prueba te abrazo fuerte, a ver si de una vez te deshago y te reduzco a polvo.

  • Pues bien: yo no quiero que me dejes. No; tú eres para mí. Para mí tus besos todos, todos.

  • Es imposible que las brujas de Macbeth, al saludarte rey, te hayan arrancado el corazón y te hayan puesto en su lugar un guijarro.

  • Amar es un acto. No te fatigues en pensar: ama.

  • La dictadura es como una aria y nunca llega a ser ópera.

  • Por lo general paga tributo a otra manía, insólita y funesta en la mujer: y es su malhadada afición a leer toda clase de libros, a aprender cosas raras, a estudiar a troche y moche, convirtiéndose en marisabidilla, lo más odioso y antipático del mundo.

  • Lo más encogido y apretado que se puede imaginar en el mundo, no acierta a dar idea del grado de reducción que consigue el estómago de un labrador gallego.

  • El gusto malsano del público ha pervertido a los escritores con oro y aplauso.

  • En un minuto te puedo dar más bienes y alegrías que nadie. ¿Qué, no has sido feliz estas últimas tardes?... Ayer me han dicho que Zola está a punto de enloquecer por miedo a la muerte. ¡Qué tonto es ese hombre de genio! ¡Miedo a la muerte! Si hubiera vivido en una semana lo que yo... y lo que tú, no le tendría miedo alguno.

  • La desdicha del hombre moderno, es ser a la vez egoísta y sensible; lo bastante egoísta para ceder a sus pasiones, lo bastante sensible para sufrir al presenciar el estrago causado por ellas en el ajeno destino. Por ser interior y cuidadosamente oculta, la lucha de Felipe no era menos violenta, ni menor su desasosiego. A decir verdad, no puede llamarse lucha aquel estado especialísimo: existe lucha propiamente dicha, cuando la voluntad fluctúa entre dos soluciones.

  • Encierra el tono de la voz humana misteriosos avisos, que en situaciones dadas revelan todo lo que oculta el alma antes que las palabras lo digan.

  • La educación física hace que la mujer aumente su estatura y vigor y enriquezca su sangre.

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  • A los pueblos, la excesiva inteligencia les perjudica. Lo que conviene es una masa de gente limitada, que siga dócilmente a un individuo genial.

  • Sale a relucir aquello de las tres fieras, toro, torero y público; la primera, que se deja matar porque no tiene más remedio; la segunda, que cobra por matar; la tercera que paga para que maten, de modo que viene a resultar más feroz.

  • ¡Ay del género humano si la Historia se redujese a la opresión del débil por el fuerte, al triunfo de la violencia!

  • La novela ha dejado de ser mero entretenimiento, modo de engañar gratamente unas cuantas horas, ascendiendo a estudio social, psicológico, histórico, pero al cabo estudio.

  • Te aplastaré... Te morderé un carrillito, o tu hocico ilustre... Te daré a besar mi escultural geta gallega.

  • Al pueblo no puede ilustrársele. Es y será eternamente un hatajo de babiecas, una recua de jumentos. Si le presenta usted las cosas naturales y racionales, no las cree. Se pirra por lo raro, estrambótico, maravilloso e imposible.

  • También está familiarizada con las caras de los profesores, y estudia su continente y su modo de responder al saludo de sus discípulos, sacando de los signos exteriores importantes consecuencias psicológicas relacionadas con el problema de los exámenes.

  • La ingenuidad suele parecerse al descaro.

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  • Es absurdo que un pueblo cifre sus esperanzas de redención y ventura en formas de gobierno que desconoce.

  • Si gota de vino para reforzar un poco los espíritus vitales y devolver vigor al cuerpo.

  • Mira delante de ti la suerte de los que fueron; mira delante de ti la suerte de los que serán.

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  • Hay así en la vida momentos supremos en que el sentimiento, oculto largas horas, se levanta rugiente, y avasallador, y se proclama dueño de un alma.

  • Búscame casita, niño... Te beso un millón de veces el pelo, los ojos, la boca y el pescuezo.

  • Por todas partes cubre el manto de la política intereses egoístas y bastardos, apostasías y vilezas.

  • Comenzaba a amanecer, pero las primeras y vagas luces del alba a duras penas lograban colarse por las tortuosas curvas de la calle de los Gastros, cuando el señor Rosendo, el barquillero que disfrutaba de más parroquia y popularidad en Marineda, se asomó, abriendo a bostezos, a la puerta de su mezquino cuarto bajo.

  • La paternidad, en medio de sus calvarios, proporciona goces generosos que no comprendemos los que vivimos acorazados en nuestra prudente abstención.

  • Y es que antes se llega a la celebridad con escándalo y talento, que con talento solo; y aun suple a veces al talento el escándalo.

  • Los aldeanos no son blandos de corazón; al revés, suelen tenerlo tan duro y callado como las palmas de las manos; pero cuando no está en juego su interés propio, poseen cierto instinto de justicia que los induce a tomar el partido del débil oprimido por el fuerte.

  • Al gallego no se le pesca con anzuelo de aire; allí perdería su elocuencia Cicerón.

  • Signos eran que denotaban hombres llegados a la meta de las humanas aspiraciones en los países decadentes: el ingreso en las oficinas del Estado.

  • Siempre me he reprimido algo contigo por miedo a causarte daño físico, a alterar tu querida salud... El quererme a mí tiene todos los inconvenientes y las emociones de casarse con un marino o un militar en tiempos de guerra. Siempre doy sustos.

  • Entendía don Pedro el honor conyugal a la manera calderoniana, española neta, indulgentísima para el esposo e implacable para la esposa.

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  • El mundo es un conjunto de ojos, oídos y bocas, que se cierran para lo bueno y se abren para lo malo gustosísimas.

  • Señor, ¿Por qué no han de tener las mujeres derecho para encontrar guapos a los hombres que lo sean, y por qué ha de mirarse mal que lo manifiesten? Si no lo decimos, lo pensamos, y no hay nada más peligroso que lo reprimido y oculto, lo que se queda dentro.

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  • No son las novelas naturalistas que mayor boga y venta alcanzaron, las más perfectas y reales; sino las que describen costumbres más licenciosas, cuadros más libres y cargados de color.

  • En verdad lo que amamos en la mujer no es la mujer, sino el espíritu; y quien busque en la mujer más que el espíritu, será abandonado por Brahma.

  • Te como un pedazo de mejilla y una guía del bigote.

  • Ante la moral oficial, no tengo defensa, pero tú y yo se me figura que vamos un poco para nihilistas en eso. Le hemos hecho la mamola al mundo necio, que prohíbe estas cosas.

  • Julián, por su parte, quedó tembloroso, agitado, descontento de sí mismo, cual suelen los pacíficos cuando ceden a un arrebato de ira.

  • Mira delante de ti la suerte de los que fueron; mira delante de ti la suerte de los que serán.

  • Todas las mujeres conciben ideas, pero no todas conciben hijos.

  • Las inteligencias medianas ceden siempre al aplomo que las fascina.

  • Reñida está la discreción con la verdad: como que la verdad es a menudo la indiscreción misma.

  • En cuanto yo te coja, no queda rastro del gran hombre.

  • Te daré lo que creas necesitas de mí... y a cambio no exigiré nada. ¿Conviene el trato?

  • Transijamos en todo, excepto con la ordinariez, duquesa.

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Imágenes

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Residencial Aguamarina - Playa del Norte
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Vista del mar desde la terraza
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Terraza con mesa y sombrilla
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Entrada del apartamento
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Salon con ventanal a la terraza
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Parte del salon, cocina y vista de la terraza
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Vista del salon del apartamento
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Cocina con salida a terraza
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Dormitorio
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Baño con plato de ducha
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Piscina de la comunidad

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