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Concepción Arenal

Concepción Arenal Ponte fue una periodista, abogada y escritora española, una de las pioneras del feminismo en España.

Nació el 30 de enero de 1820 en El Ferrol, La Coruña. Su padre fue un liberal constitucionalista, secretario político del Gobierno Superior de la Provincia de Galicia.
Se trasladó junto a su madre a Armaño, Santander, hasta que finalmente en 1834 viajó a Madrid para estudiar en un colegio femenino.

Al finalizar su educación, la joven decidió ingresar como oyente en las clases de Derecho a las que asistía vestida de hombre.
Llegó a ser una de las mujeres españolas más destacadas del siglo XIX. Concepción Arenal no sólo abrió las puertas a las mujeres a la vida social y laboral, sino que se constituyó en una experta en derecho penitenciario y medicina hospitalaria a nivel internacional.

Casada con Fernando García Carrasco, tuvo tres hijos.
Concepción Arenal murió en Vigo el 4 de febrero de 1893 tras una larga enfermedad.

Fuente: buscabiografias.com

Frases y citas de Concepción Arenal (85)

El hombre que se levanta es aún más grande que el que no ha caído.
La pasión para el hombre es un torrente; para la mujer, un abismo.
Todo lo que endurece, desmoraliza.

La caridad es un deber; la elección de la forma, un derecho.
Absurdo sería pedir al cálculo lo que puede dar la abnegación.
Los grandes egoístas son el plantel de los grandes malvados.
La debilidad es lo último que el hombre confiesa, por lo mismo que es lo primero que tiene.
El mejor homenaje que puede tributarse a las personas buenas es imitarlas.
A veces, un hombre perverso es esposo y padre amante, y en la atmósfera contaminada de la maldad, el amor paternal se conserva puro, como una flor que crece en un muladar.
No hay animal tan manso que atado no se irrite.
Un libro, para una inteligencia que no tiene medios de juzgarlo, es una especie de tirano: sojuzga, y lo mismo puede dirigir que extraviar.
La miseria produce, entre otros males, una apatía, que parece preferir los dolores al trabajo de buscarles remedio; y un abandono, que la caracterizan siempre y en todas partes.
Abrid escuelas y se cerraran cárceles.
Las fuerzas que se asocian para el bien no se suman, se multiplican.

El error es un arma que acaba siempre por dispararse contra el que la emplea.
No es tan culpable el que desconoce un deber como el que lo acepta y lo pisa.

La compasión, buena siempre, es en muchos casos la celestial precursora de la justicia.
Las cadenas se rompen con ideas y no a bayonetazos.
La felicidad es ciega, sobrado arrogante para ver precipicios bajo las flores que cubren su camino.
No se sabe la fuerza moral que pierde la exhortación a un desdichado cuando se la dirige el que es dichoso.
A veces damos el nombre de favor a la justicia, y creemos de muy buena fe que fuimos buenos y generosos cuando no hemos sido más que justos.
Las defensas innecesarias se convierten en ataques injustos.
Examinemos bien todo lo que nos interesa, nos conmueve, nos admira, nos entusiasma, y hallaremos en el fondo algún dolor, algún grave dolor, como su raíz necesaria.
Todas las cosas son imposibles, mientras lo parecen.
El ruido de las carcajadas pasa. La fuerza de los razonamientos queda.

Cuando la culpa es de todos, la culpa no es de nadie.
Todo poder cae a impulsos del mal que ha hecho. Cada falta que ha cometido se convierte, tarde o temprano, en un ariete que contribuye a derribarlo.
Que el hombre a quien admiran las medianas nunca será capaz de grandes cosas.
El lugar de la mujer en la sociedad marca su nivel de civilización.
Cuántos siglos necesita la razón para llegar a la justicia que el corazón comprende instantáneamente.
La naturaleza humana es tan miserable que, a veces, no hallando en ella virtudes bastante fuertes, hay que combatir las pasiones unas con otras.
La democracia, como la aristocracia, como todas las instituciones sociales, llama calumnias a las verdades que le dicen sus enemigos y justicia a las lisonjas de sus parciales.
Donde todos sirven para todo, nadie sirve para nada.

La imprevisión ¿Es una falta grave o una providencial compañera, que velando al pobre los males del porvenir, le deja disfrutar el bien presente?
El amor vive más de lo que da que de lo que recibe.
La injusticia, siempre mala, es horrible ejercida contra un desdichado.

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Un hombre aislado se siente débil, y lo es.
Hay tanta justicia en la caridad y tanta caridad en la justicia que no parece loca la esperanza de que llegue el día en que se confundan.
La educación de las mujeres hasta aquí podría llamarse, sin mucha violencia: Arte de perder el tiempo.
¿Quién hay que no sea justiciable de alguna de estas dos grandes faltas: hacer verter lágrimas, o no haberlas enjugado?
Mal medio es de atraer a un hombre a la razón el tratarle como si no la tuviera.
Proteger el trabajo es enjugar lágrimas, consolar dolores, arrancar víctimas al vicio, al crimen y a la muerte.
La sociedad paga bien caro el abandono en que deja a sus hijos, como todos los padres que no educan a los suyos.
Casi siempre es injusticia la austera severidad, y la dulce caridad es casi siempre justicia.
No olvidemos que el amor es nuestra única arma; no nos cansemos de repetir aquella sublime frase: La cólera del hombre no realiza nunca la voluntad de Dios.
Sustituir el amor propio con el amor de los demás, es cambiar un insufrible tirano por un buen amigo.
El llanto es a veces el modo de expresar las cosas que no pueden decirse con palabras.

En muchos casos hacemos por vanidad o por miedo, lo que haríamos por deber.
El tedio es una enfermedad del entendimiento que no acontece sino a los ociosos.

El saber no parece obligatorio sino al que sabe ya.
Odia el delito y compadece al delincuente.
Para el espíritu, como para el cuerpo, lo que limita la acción menoscaba la alegría.
El que discurre con pocas ideas es fácilmente avasallado por una.
No se pierde el tiempo que se emplea en procurar hacer el bien.
Con la ignorancia armonizan bien los errores.
El dolor es la dignidad de la desgracia.
Cuando no comprendemos una cosa, es preciso declararla absurda o superior a nuestra inteligencia, y generalmente, se adopta la primera determinación.
Colectividad que no sabe pensar, no puede vivir.
El pobre se arruina en el momento en que deja de ser sobrio.
Es un error grave y de los más perjudiciales, inculcar a la mujer que su misión única es la de esposa y madre.
Por desgracia son más fáciles de contar los que recuerdan los beneficios que los que los olvidan.

Las hipócritas seguridades de la caridad oficial dejan al egoísmo la ventaja de mantenerse indiferente sin parecer cruel.
Hay gran diferencia entre impresionarse con los males de nuestros hermanos, y afligirse. Para lo primero basta la imaginación, y se necesita corazón para lo segundo.
Salvo raras excepciones, el hombre criminal fue un niño desdichado, a quien faltaron buenos ejemplos y caricias.
Mal halaga a su patria quien halaga sus faltas, en vez de señalarlas.
Las malas leyes hallarán siempre, y contribuirán a formar, hombres peores que ellas, encargados de ejecutarlas.
Entre los que son igualmente malos no hay paz si no es la impuesta por el miedo de alguno que es peor.
La sociedad no puede en justicia prohibir el ejercicio honrado de sus facultades a la mitad del género humano.
Es raro, muy raro, que nadie caiga en el abismo del desengaño sin haberse acercado voluntariamente a la orilla.
Puede decirse que el hombre, cuando no ama a la mujer y la protege, la oprime. Trabajador, la arroja de los trabajos más lucrativos; pensador, no le permite el cultivo de la inteligencia; amante, puede burlarse de ella, y marido, abandonarla impunemente. La opinión es la verdadera causante de todas estas injusticias, porque hace la ley, o porque la infringe.
Hacer bien a los que nos inspiran simpatía es un goce: la virtud consiste en favorecer a los que no nos la inspiran.
Las virtudes son hermanas que se abrazan estrechamente; cuando una cae, todas vacilan; cuando una se levanta, todas cobran ánimo.
Dios dice a los que valen más: dad altos ejemplos; y a los que valen menos: recoged los altos ejemplos y formad regla.

El hombre, sublime por sus aspiraciones y despreciable por sus instintos, es tal, que ni confiar ni desconfiar de él se debe nunca absolutamente.
Lo más fácil de todo es hacer el mal; tan fácil que se hace solo.
Cuanto más se dividen los obstáculos son más fáciles de vencer.
El dolor, cuando no se convierte en verdugo, es un gran maestro.
El amor es para el niño como el sol para las flores; no le basta pan: necesita caricias para ser bueno y ser fuerte.
¿Los pobres serían lo que son, si nosotros fuéramos lo que debiéramos ser?
En general es muy ignorante, no querer a la mujer instruida, es mejor auxiliar, mantenerla en la ignorancia.
La virtud purifica los lugares que visita, lejos de mancharse en ellos.
El error en la soledad crea monstruos, como el miedo en las tinieblas. En muchos casos nos parecerá que un hombre está loco, y no es sino que ha vivido solo.
No puede ser bueno el que no sabe luchar y resistir.
La dignidad es el respeto que una persona tiene de sí misma y quien la tiene no puede hacer nada que lo vuelva despreciable a sus propios ojos.
De nadie se exige mucho sin confesar tácitamente que se tiene de él una alta idea.